Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 14 de enero de 2018

LETRAS DE LLUVIA



Desde la primera vez que vi y entendí las letras de agua posadas en el renglón de la balaustrada de mi casa,  (abajo incluyo el enlace al relato del recuerdo o accidente), cada vez que llueve, poco lo ha hecho, y con codicia hasta de cualquier chirimiri para apagar cierta ansiedad de fábula, me asomo a la ventana para apreciar si tengo literatura, diáfana y sensible, en el negro fierro del balcón. Hoy ha llovido, curioso, y dejó un texto preciso, escrito con palabras líquidas, trémulas y redondeadas como la caligrafía de un niño, infladas de perspectivas, de destellos sinceros, con ese aire suspendido en el lienzo de metal oscuro. Letras húmedas que suscribían un titular, una frase hecha, concisa y directa. Y aunque parecieran genéricas o dobladas a un significado o sentido diverso, formales y moderadas,  acogían con decisión alguna de mis borrascas existenciales, sostenían una extraña confianza, un aserto reconfortante y al que luego, como uno de esos resaltados y añadidos de los vínculos informáticos, trajeron o tomaron las otras palabras digitalizadas, rotundas, del amable mensaje de mi amiga Mary Pepa, el cual me hizo suspirar y sonreír, acaso con esa curva de la felicidad de los idiotas (ella y yo nos entendemos). Gracias. Volví a leer la sentencia de las letras de agua posadas en el renglón de la reja de mi balcón: "Después de ciertos infiernos, no cualquier demonio te quema" Y más con lluvia, aunque esta fuese escasa. 


(C) F.J. Calvente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario